viernes, 6 de enero de 2012

II

Mi pequeña autómata

Colgué el sombrero y dejé el paraguas en la entrada. Sin mediar palabra, observé complacido cómo te desprendías de tus zapatos en un gesto entorpecido por las copas de la velada. Nunca te vi más bella, ni más frágil. Apoyabas la mano sobre la silla para mantener el equilibrio. A duras penas lo conseguías. Todo en ti rezumaba flaqueza y yo me relamía de hambre lobuna.

Encendiste un cigarrillo a medio desvestir. Llevabas la espalda desabrochada, los tirantes caídos, y paseabas descalza. El pelo, enmarañado y húmedo. Algunos mechones castaños caían grácilmente sobre tu rostro. Boca cerrada, ojos abiertos. Recuerdo haberlos oído murmurar entre ellos y dirigirse a mí.

Soy incapaz de olvidarte encaramada en el alféizar de la ventana, con la mirada perdida en el humo que exhalabas con tanta calma. Pequeñas bocanadas ascendían lentamente en su danza etérea. Aun cuando me mirabas parecías ausente. ¿Dónde estabas cuando te hice el amor? Tú no estabas y yo estaba por los dos, tratando de salvarte sin que te dieses cuenta. Mi pequeña autómata, me hiciste forzar la pasión.

4 comentarios:

  1. Me encantan algunas palabras. "Alféizar" es una de ellas. Bueno, me gusta todo lo demás que has escrito. Mucho.

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  2. Excelente relato. LLeno de imaginación y ternura. Pasaré más veces por tu blog. Me gustó lo que leí.
    Saludos.

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  3. La foto de tu perfil me pareció alucinantemente bella.
    ¡Enhorabuena!

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